El fenómeno del neorruralismo no es nuevo, aunque ahora vuelva a sonar con fuerza. De hecho, aún son muchos los que no están relacionados con esta palabra, desconocen su significado e incluso no saben que ellos mismos son neorrurales. En mi caso, no fue hasta hace unos pocos años que me enteré de que era neorrural, y lo hice con la ayuda de un interesante libro editado por la Asociación de Desarrollo Rural de Andalucía (ARA), Neorrurales en Andalucía: 52 experiencias, 52 comarcas.
'¡Da el salto!', reportaje emitido por TVE sobre neorrurales en Extremadura.
El caso es que el neorrural de antes no es el de ahora o, dicho de otra forma, el neorruralismo puede ser consecuencia de muy distintas opciones y caminos. Optar por vivir en el medio rural ha sido durante muchos años la consecuencia del hartazgo que la vida urbana y sus excesos ha provocado en algunas personas. Es decir, los neorrurales de no hace tanto tiempo eran personas que decidían trasladar su lugar de residencia al medio rural, al pueblo, porque querían cambiar radicalmente de estilo de vida. Y el pueblo -su calidad ambiental, serenidad, vecindad, asequibilidad, etcétera- se lo proporcionaba. Incluso surgieron entonces las conocidas como ecoaldeas, núcleos rurales repoblados por familias y gente de ciudad que optaron por la vuelta al campo ‘por devoción’, como ha ocurrido en Francia en la última década.